Unos años después de adquirir San Nicolás, Crescencio y Rita se animaron por la segunda, se llamaba San Juan. Y un tiempo después, sus anexas, las haciendas henequeras San Martín y San Joaquín.
La última que se agregó a los bienes rústicos de la familia fue Santa Marta, una finca de campo situada a diez kilómetros al norte del pueblo de Telchac, partido de Motul. Se la compraron a un tal Pedro Pérez Miranda el dos de marzo de 1900.
Y así estaban cuando se estrenó el siglo veinte. Con cientos de trabajadores que dependían de ellos, una importante producción de henequén, muchísimas cabezas de ganado vacuno, yeguas, burros, capones, mulas… Tantas familias, tantos animales y tantas, pero tantas cosas.
Se pasaban los días administrando sus propiedades, dando gracias a Dios por todas las bendiciones y planeando su próxima movida. Compartían el amor exquisito que tenían por el trabajo y disfrutaban juntos cada triunfo, por más pequeño que fuese.
Pero los días no tienen tantas horas como ellos hubieran querido y desgraciadamente hubieron otras cosas que tuvieron que desatender. No es posible tenerlo todo en la vida. Si pudiéramos ver por el ojo de la cerradura del que fue su hogar, pudiéramos descubrir que esto ambos lo aprendieron de la manera más dura. Los santitos que se adjudicaron les costaron más de lo que ellos se hubieran podido imaginar.
Ali;
Nos estas dejando cada vez más intrigados en cada episodio, no nos castigues tanto, queremos más carnita en cada episodio.
Bel
Bel, no sabes el gusto me da saber que estás leyendo este blog. Es muy especial para mí. Muchas gracias. Y ya pronto llegará el verano y tendré más tiempo para darle duro a esta historia. Pero es que hay tanto que contar… Somos muy afortunados. Abrazos, Ali
Ali, el primo Bel tiene razón, pero no te dejes presionar por nosotros!, aunque comamos ansias.
Mejor te damos tu tiempo, y sirve que seguimos disfrutando todos esta experiencia junto contigo…gracias prima.
Quiero mas!
Me transporto a Merida con tus parrafos. Me encantan!